Casita en San Ber
Proyecto: Tekoha Arquitectos
Colaboradores: Ramiro Meyer, Mónica Castellano, Adriana Moreno, Jessica Goldenberg y Violeta Robles.
Ubicación: San Bernardino, Paraguay
Fotografías: Federico Cairoli
Nos solicitaron en octubre una casa de veraneo para ese verano. La imagen mental del cliente era simple: un conteiner de ladrillos sólido e impenetrable. Una vivienda que la mayor parte del año cuando no esté habitada sea depósito para todos los accesorios del verano nómada.
El presupuesto permitía una vivienda de 80 m2. El programa: dormitorio matrimonial con baño, dos dormitorios de hijos, baño social, cocina, estar-comedor. Se solicitó además una expansión con galería-quincho y piscina.
El terreno de 15*40 se ubica en un denso monte nativo loteado cercano al lago Ypacaraí en San Bernardino. El suelo, más bajo que la calle y que los lotes linderos, tenía taponado su drenaje natural hacia el fondo con un murallón de barrio cerrado, generando humedales en la mitad posterior del lote. La primera respuesta arquetípica: un zócalo donde posar la casa.
No atentar contra el confort térmico del monte era evidente. La segunda estrategia: identificar el claro donde implantar la vivienda. Se proyectó así una barra de 4,5 * 18 m, ubicada perpendicular a la calle, retirada 6 m de ésta y 1 m del lindero izquierdo.
Coherente con la introversión buscada, se ubica el área íntima al frente con pequeñas aberturas. El acceso implica un recorrido sobre el zócalo, paralelo a la barra, hasta descubrir el área social abierta al fondo con una abertura esquinera que permite convertir el estar-comedor-cocina en galería. La barra se expande en su lado corto con una estructura metálica en voladizo cubierta con media sombra para configurar el quincho. Sigue la piscina que aprovecha el desnivel del suelo y se ubica al final del zócalo.
Constructivamente se razona con la urgencia del plazo. Sin un proyecto concluido se define la piedra bruta de base y comienzan los trabajos. Muros portantes para el sector íntimo más un pilar de acero fundido en el área social, dan tiempo al ingeniero para calcular la losa de HoAo con voladizos de 1,5 m a tres lados y vigas invertidas sobre muros y ejes que posibilitan una terraza jardín sobre la vivienda.
Para la fachada al patio se construye un cerramiento de mampostería armada plegada con geometría de paraboloides hiperbólicos, emulando la economía y belleza que encuentra la naturaleza en estas formas de doble curvatura.
Como sistema de tratamiento apropiado para residuos cloacales, se experimenta un tanque de evapotranspiración que nivela el fondo del jardín, el sector más húmedo, lo hace 100% aprovechable y produce bananas.
Se busca un carácter austero, artesanal, de bajo mantenimiento, libre de terminaciones finas, que ponga en valor la esencia de la estructura, los materiales y las capacidades de nuestra mano de obra. Ladrillos y hormigón vistos; pisos de piedra y cemento llaneado; encofrado de tablas rústicas que luego se reciclan para puertas, repisas y vallado; aberturas metálicas con vidrios crudos, capaces de funcionar como rejas y diseñadas con ritmos modulares para romper la sensación de jaula y conectar con el entorno.
La obra se inauguró en febrero, lo logramos por un pelo.
Me gusta la parte de la descripción en que se habla de un «conteiner solido e impenetrable» como idea preconcebida del cliente, que luego al observar lo construido en los cerramientos de albañilería, da una sorpresa espectacular volviendo un material solido y masivo en algo tan delicado como una tela ondulando al viento. Todo esto logrado solo trabajando la geometria del cerramiento
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