Sobre el recorrido urbano “Calle-Mujer”, las mujeres y la ciudad.
Por Melina Pekholtz
Quizás caminar sea una de las mejores formas de vivir y percibir la ciudad, el territorio.
Las ansias de explorar lugares poco desconocidos, nos convocó en un espacio-tiempo en el cual pudimos evocar a esa ciudad que soñamos habitar: con los parques y calles, llenas de gente transitando, jugando, observando e intercambiando. Esos lugares que se vuelven parte de las historias que habitamos y que a su vez nos habitan.
Fuimos descubriendo así la ciudad invisible, algunos pedazos urbanos que parecieran estar desconectados, que a través de la estigmatización simulan estar fuera del mapa.
Comenzamos nuestro recorrido en el Parque Caballero, en el parque infantil, en una explanada circular que generó una especie de auditorio a cielo abierto para escuchar como las vecinas del barrio; Anita Barriocanal, Claudia Páez y Rosa María Ortíz nos contaron un poco de sus vidas y formas de habitar, cuidar y proteger el parque a través de sus distintas vivencias y acciones.
Rosa María y Anita son parte de la organización Amigos del Parque, que trabaja por la revitalización del parque junto a otros vecinos y vecinas que impulsan la causa desde sus diferentes lugares e iniciativas.
Seguimos recorriendo el parque hasta que nos escapamos del tiempo y el espacio a través de un pasadizo casi secretamente guardado por los locales (habitantes de la Chacarita, al límite del Parque Caballero) que nos fueron guiando a este territorio escondido.
La estela de esta sensación de estar entrando a otra dimensión al bajar del Parque hacia “el chorro” (enclave icónico del sitio, en el cuál una naciente de agua que desborda sobre las piedras del lugar, creó este punto de encuentro entre las mujeres de la zona que se encontraban allí para lavar ropa y bañar a la familia cuando no había agua corriente en la zona), nos acompañó durante todo el paseo, de la mano de Juan Reyes, actor, oriundo de la Chacarita, que junto con Christian “Gurú” Núñez, el equipo Chacarita Digital y Chaca Tours, fueron quienes nos guiaron narrando las historias, los chismes y los chistes a medida que íbamos llegando al barrio.


- VISITANTES EN «EL CHORRO» ESCUCHANDO LA HISTORIA DEL LUGAR. FOTOGRAFIA DE JUAN CARLOS MEZA – FOTOCICLO
- CAMINATA POR FLORENCIO VILLAMAYOR. FOTOGRAFIA DE JUAN CARLOS MEZA – FOTOCICLO
¿Y qué es un barrio?
Versa la definición técnica: “Parte de una población de extensión relativamente grande, que contiene un agrupamiento social espontáneo y que tiene un carácter peculiar, físico, social, económico o étnico por el que se identifica.”
Apenas comenzamos a encontrar las viviendas sobre la calle Florencio Villamayor (espina dorsal de la Chacarita), varias vecinas se acercaban para contarnos curiosidades o particularidades de sus casas, de sus vidas o del barrio.
Así anduvimos un sábado de tarde, paseando cuando de repente, por la arteria principal del barrio, comenzaban a salir las últimas galoperas vivientes a la calle, con todo su fulgor, ataviadas con el tradicional typoï y sus faldas amplias, como con alas para levantar el vuelo del que emerge la galopa.
No escatimaron regalarnos poses para fotografiarlas y así documentar nuestro encuentro con ellas. Se estaban dirigiendo a Punta Karapá, donde ya estaba previsto poder bailar con ellas.
Siguiendo por Florencio Villamayor pasaban los autos, en un sentido y en otro, calles sin veredas y por lo estrecha de su dimensión se podría categorizarla como una calle peatonal, pero este espacio no es sólo una calle ni un sendero, la gente transita por los laterales y de repente se puede abrir la puerta de una casa, allí mismo, en ese espacio que… ¡es todo!, es calle, es vereda, es placita, es el patio delantero de las viviendas y es de todas las personas que se apropian de este espacio público como corresponde para crear una comunidad que se siente identificada con el lugar en el que habita y crea sus vínculos, su vida y su significado.
Las personas sentadas en sus sillas cables, en un peldaño de alguna escalera, viendo la gente pasar, saludándonos y dándonos la bienvenida algunas, otros mirándonos con desconfianza, otras queriendo intercambiar.
Atravesar los endebles puentes sobre los cauces Antequera y Tacuarí fue un deporte extremo para muchos de los participantes, pero lo cierto es que esos puentes son parte de la vida cotidiana de los diez mil habitantes de la Chacarita.
Todo sea para ver el privilegiado paisaje de nuestra bahía, como bien narra Rolando Ojeda en su tributo al barrio Ricardo Brugada. Llegar al mirador de Punta Karapá al atardecer y ver el río, es comprender esta revelación territorial que nos cuenta que el mayor patrimonio paisajístico que tiene la ciudad es esta geografía.

3. VECINA DE LA CHACARITA COMPARTIENDO HISTORIAS CON VISITANTES. FOTOGRAFIA DE GERARDO MORINIGO -FOTOCICLO
Y así finalmente, la galopa estaba a punto de empezar y Rocío Robledo comienza sutilmente a regalarnos unas coplas… –Plaza Uruguaya, selva aromada, ¡Oh! pajarera de mi canción.
A continuación comenzaron las galoperas a bailar y a llenar de vida y música el espacio central de Punta Karapá.
Este momento vibrante y tan cargado de sentido e historia, nos mostró tangiblemente cómo se crea la magia cuando decidimos tomar la ciudad, apropiarnos de los espacios que son nuestros pero que tanto nos cuestan asimilarlos y habitarlos en todas sus dimensiones.

4. GALOPERA BAILANDO EN PUNTA KARAPA. FOTOGRAFIA DE GERARDO MORINIGO – FOTOCICLO
Asunción como ciudad de escala intermedia, con una “vida urbana” que se configura en torno a modos rurales, que conjuga la relación campo-ciudad con una particular manera de habitar, que hace que nuestros barrios tengan varias características asimilables a la vida de un pueblo, nos muestra una vida urbana muy singular, con una identidad propia que es parte del patrimonio urbano inmaterial.
En este sentido “la Chaca” ha sido históricamente el barrio más hospitalario e inclusivo, ya que fue asimilando la población rural, producto de la migración constante, tejiendo vínculos comunitarios que se traducen a un territorio fuertemente cohesionado por una convivencia solidaria, muchas veces conflictiva, pero siempre abierta.
Fueron las mujeres de este lugar las que estuvieron trabajando incansablemente por cuidar su territorio y tejer sus vínculos en el lugar y que hoy puedan autoafirmarse en este espacio es una preciada conquista. Cuando vemos que las mujeres pueden estar libremente en el espacio público, sin miedos ni restricciones, es que se ha puesto el cuidado en el centro y entonces todo lo demás está incluido por añadidura.
Los laberínticos senderos y caminos que configuran el barrio, son parte de esta identidad que no le teme las etiquetas y que sigue fortaleciéndose y reconfigurándose todo el tiempo, con las historias que el río se lleva y vuelve a traer con las subidas y bajadas del agua, que tantas veces arrastra incluso hasta la desesperanza.
“La Chaca” está construida con adobe, con canciones, con terciadas, con historias, con materiales diversos, pero sobre todo con muchos vínculos territoriales y comunitarios que nos muestran el valor real del patrimonio vivo: las personas reuniéndose para vivir juntas en un determinado lugar.
Donde hay sentido de comunidad, se protege el territorio, se cuida lo que es común y se crea esa común-unidad que configura los rasgos de una identidad tan definida y con tanta personalidad.